En 1731, la condesa Italiana Cornelia Zangheri se va a la cama después de la cena con un sentimiento de “pesadez». A la mañana siguiente, en una habitación repleta de hollín, su cuerpo es encontrado reducido parcialmente a cenizas al costado de la cama. Esta escena terrorífica es también peculiar, pues el fuego no parece haber tocado los muebles ni extendido por la habitación.
Este es el primer caso registrado de Combustión Espontánea Humana: un fenómeno donde la víctima es encontrada reducida a cenizas sin que los alrededores sean afectados por el fuego, ni que exista una fuente de ignición obvia.
Entonces, ¿las personas nos podemos prender en fuego de la nada?
No tanto así.
Se tratan de casos raros, cuya explicación más popular se resume en la teoría del Efecto Mecha: un proceso donde la persona se mantiene en llamas a través de sus propias grasas, tras ser encendida por una fuente externa de calor.
Más aún, no hay evidencia de que esto pueda suceder sin la existencia de todas las condiciones necesarias: como el vivir solo y tener problemas de movilidad, ser descuidado con sustancias inflamables, el quedarse dormido cerca de una chimenea o el usar ropa que pueda fácilmente encenderse en llamas.
Solo recuerda, todo esto no es más que pseudociencia.